La dimensión pública de la Arquitectura
Tanto la academia como el mundo de las comunicaciones señalan reiteradamente que hoy asistimos a un mundo hegemonizado por la post-ciudad. Un mundo donde el flujo predomina sobre el lugar, donde el reinado de lo urbano generalizado implica que la ciudad deja de ser un espacio autónomo, lugar de integración y de liberación. Diversas posiciones plantean recomponer o reinstalar la condición urbana de modo que ofrezca la posibilidad de múltiples prácticas, la vida común y pública, instando a reconquistar el sentido de lo local, reconquistar lugares que alienten a la formación de una comunidad política.
Como han señalado Michel Foucault y Michel de Certeau, entre otros, tanto en la ciudad histórica, como en la moderna o posmoderna, el espacio es siempre expresión de relaciones de poder. Pero, advierten, sus usos y significados son discutidos por los discursos subordinados, lo han sido en el pasado y los serán en el futuro. Las prácticas de resistencia no operan construyendo sistemas o estructuras alternativas al poder o ignorando las reglas sociales, sino a través de una apropiación crítica y selectiva de las prácticas disciplinarias, trastocando su sentido original. Las distintas apropiaciones del espacio no deberían entenderse en términos de una competencia de dos proyectos alternativos, sino como el resultado de interacciones sociales que ocurren en el espacio vivido y que pueden dar lugar a diversos significados y propósitos.
Es aquí donde el Proyecto de Arquitectura adquiere el sentido de “lo público”, donde su valoración se desprende de su capacidad “constructiva” o “constituyente” de lo social, de su dimensión pública.
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